
El silencio es un nombre.
Una luna que crepita en la parte incorrecta de la noche,
esa en la que el sueño debería ocupar los párpados
y las estrellas,
todas,
borrar el rastro de la memoria obscura.
El silencio esculpe,
también,
la fragilidad de mi cuerpo sin más piel que una silueta.
Desnuda.
El invisible fuego de mi pubis
espera
la voz de agua de tus labios.
El silencio son tus labios.
También.
El ángel que ha abandonado los cánones del cielo,
empuña la espada de hielo
con la que se separan, absurdamente,
los caminos que transitan los amantes.
Nosotros todavía estamos descalzos,
desvestidos de bosques,
detenidos en la traición de la mañana
que amanece enramada y somnolienta.
El silencio no es la ausencia de tu voz.
Es la claridad insonora de tu eterna presencia.
Prólogo.
Forma de arena que toma nuestro umbral.
DEJARON SU VOZ ESCRITA…