FOTOGRAFÍA de Pura María García
Ahora regreso a la habitación queda,
inmóvil en ella misma.
Está alejada de sus límites
dispuesta, una vez más,
a observarse,
a revisar los objetos que contiene,
su particular forma,
la silueta de luz
que existe por la dádiva generosa de su sombra.
La puerta parece no conducir a la distancia
y admite,
entrecerrada,
que es momento, y tiempo, de la tregua.
Entra la luz, en bandada de haces,
por las rendijas mínimas de la persiana blanca.
Por eso, por la persistente obscuridad que se ha instalado
con las últimas letras de la palabra amanecer,
la habitación se adivina
—a tientas—
como un claroscuro pasadizo
que nos ha contenido entre silencios.
Este paisaje, sin embargo, se niega a las cenizas.
no codicia lo que queda,
sino los restos
mezclados
de voz
— y de silencio
y de caricias—.
Este espacio no acusa el descarte de la ausencia.
Le complace recordar el instante en su penultimez,
en el presentimiento del transitorio vacío que le llena.
Acarrea un rastro de pisadas
que melodían el suelo y las paredes,
que reverbera
pronunciando tu anhelo y mis gemidos.
Este paisaje, desvestido de lo innecesario de antemano
es un ojo gigantesco que me mira,
una alarma para que el corazón no se detenga.
Un río de líquido vital que aún humedece
la superficie horizontal de mis caderas.
La habitación
se ha llenado de una paz tranquila
en la que el tiempo, sin darse por vencido,
atrapa,
—nos atrapa—
en su recuerdo.
Ahora regreso a este espacio
que ha estado resumido en la carnosa comisura de tus labios.
i l’ària preciosa…
👏👏👏