FOTOGRAFÍA de Pura María García
“Porque vivir es, esencialmente,
permitirnos sentir el cara y cruz de la moneda fugaz que es esta vida”
L. H
El grito silencioso,
intermitentemente, emerge.
Son las humanas entrañas
que levantan la voz.
Irremediable es percibir
el cansancio vital que nos carcome,
la desesperanza, quizás no existente hoy,
pero arrastrada desde el pasado que aún pervive
en la memoria que supera la amnesia voluntaria.
Es inevitable la lagrima, adherida,
más que al ojo sesgado,
a la boca sellada por el tiempo.
Es humano el dolor de la escisión
del pensamiento dictándole al corazón
su laberintico proceder;
el itinerario del pensamiento al acto.
Ese dolor, clavado como una espina rota
al costado del alma ennegrecida.
Esa alarmante punzada
sentida como leve a fuerza de su repetido
aguijón
sobre la carne.
Ese azul, constante, aunque, a veces diluido.
La espera.
El esperar.
Sin pedir.
Sin renunciar al silencio.
Sin caminar, aguardando
con las cóncavas manos preparadas
por si un día…
Ese yo que nos habita,
raptor irreverente
del que no podremos jamás ya separarnos.
Ese duelo indoloro, al fin y al cabo,
de sangrar con la herida que lleva nuestro nombre
y, aun así, levantarnos sobre el yo que tanto duele,
cada día,
mirar al frente de un horizonte inventado,
imaginario.
Guarecernos, a cada poco, en un paisaje
que buscamos sea inadvertido
para también, cada día,
salir con la valentía
de un inconsciente actor al escenario.
DEJARON SU VOZ ESCRITA…