FOTOGRAFÍA de Pura María García
Nunca tuve una cometa.
No habría sabido sujetar con mi mano
cuerda alguna,
hilo alguno,
signo alguno acogido por mí en un extremo.
Puede que ni siquiera haya sido niña.
Puede que no haya llevado el cabello
recogido en una coleta de aire
con un lazo invisible.
Puede que no supiese, a la edad previsible,
atarme los zapatos,
prepararme para saltar el precipicio
del mañana y su presagio.
Sin embargo, tuve frente a mí un mar.
Tuve un bosque que cabía en la palma
de mis manos pequeñas,
repleto ya de líneas estrechamente solas,
solas como la soledad que encarcela al adulto.
Líneas cortadas a cizalla, pero bellas.
Yo tuve un libro de versos
arrinconados, por propia voluntad,
en estrofas sonoras,
incomprensibles a veces,
aquejadas de una belleza irradiada por misterio
en hojas de papel
repasadas por mis ojos.
Noche a noche.
En un azul silencio.
Alguien debió pensar que era preferible
que no supiese volar un rombo de colores,
pero que, al menos, mi corazón volase
entre versos, por los aires.
¡Qué bonito, Pura, sobre todo el final! Espero que tú y los tuyos estén bien. Un abrazo.
Carolina, como haces con cada visita, dejas una huella de sensibilidad que te agradezco tanto…Estamos sobrevolando ese gris que se empeña en difuminar los colores de la vida, pero la ESPERANZA nos lleva de la mano. Espero que también vosotros estéis bien. Un abrazo bien grande