FOTOGRAFÍA de Pura María García
ABECEDARIOS, relato con el que he obtenido el Premio Nacional de Relato Breve PALABRAS Y FARSANTES 2022
Odio los abecedarios.
Probablemente hayas pensado, durante el tramo de vida que hemos compartido, que odiarlos es una más de las extravagancias que, según tú, me definen. ¿Cómo odiar o estimar a un conjunto de letras? También en esto, como en otros temas, hemos diferido lo suficientemente tanto como para que, con frecuencia, te dirigieras a mí, levantando la parte derecha de tus labios, y el bigote que los cubría, llamándome mi polo sur.
Ante los abecedarios no cabe la tibieza, la indiferencia. Únicamente cabe una actitud desmesurada y firme, que nace del estomago y te regurgita de forma que la impasibilidad es imposible.
El odio.
La actitud de odiar, con su aborrecimiento impulsivo y, al mismo tiempo, delirantemente frío y planificado durante tiempo. El tiempo en que se fragua el odio, con la lentitud con la que se forma la erupción cutánea, su hinchazón, tras la picadura de un insecto en verano.
He tenido que memorizar ristras de sustantivos ordenados según la dictadura del abecedario; hojear entre una letra y otra, y sus fecundas hijas, las palabras que comienzan con ellas, hasta encontrar un verbo determinado, impuesto por la profesora, mi padre o un libro en que las aventuras no latían y sí las reglas gramaticales. Reglas. Normas. Aseveraciones que se agigantan hasta convertirse en verdades universales, firmes como ricas hasta que, en el párrafo final de su autojustificación como certeza indiscutible, un renglón maldito, el renglón desafiante, se pronunciaba contundente: Cabe señalar, sin embargo, las siguientes excepciones a la regla anteriormente mencionada…
Odio los abecedarios.
Odio deletrear mi nombre, sin poder llamarme como me hubiera gustado, pronunciando letras que sin estar escritas no son más que sonidos efímeros.
Odio sentir el deber de necesitar el abecedario cuando mis ojos se cruzan con la mirada de papel de los lomos de los libros que guardo en el armario blanco. Ahora pienso que, si me pudieras leer, nuevamente me comunicarías tu incomprensión con un solo gesto, la mueca que tuerce tu boca hasta dibujar una S extraña. ¿Lo ves? He escrito S. Tú boca ha sido mil y mil veces también una parte del abecedario que odio. ¿Cómo se puede tener un armario para guardar los libros que uno cree, tras comprarlos, que jamás va a leer? ¡Tener un armario para nada, para nunca, para definitivamente no!
Odio los abecedarios.
Tampoco yo he logrado comprenderte, entender tu incomprensión, comprender tu sonrisa de S, tu mueca de X, tu silencio de O y tu estar de A flotante.
No he dejado de odiar los abecedarios.
En este instante sonrío, sin resentimiento, pero si con una ironía que es, en realidad, el sarcasmo inocente de una criatura que todavía es niña y desoye la culpa y su tironeo.
Ya no necesito justificarte mi odio a los abecedarios.
Ahora duermes con el dormir profundo de las piedras.
Sonrío.
Duermes bajo una parte desordenada de los abecedarios que odio.
Duermes bajo las letras R.I.P.
Per odiar els abecedaris ets una gènia jugant amb cada una de les seves lletres per compoar partitures excelses. El final del relat, boníssim. Enhorabona per aquest premi i tots els que vindran
No m’ha deixat publicar el comentari. Petonets
Gràcies de tot cor!!!un petonàs,estimat GranPetit!!
Felicidades🎉🎊
Gracias?
Me encanta. Sobre todo la mueca de X. PerfeXto… 😉
Y me encantan los libreros… Hannah Arendt? Hmmm. 👏🏻
(Aparte, hice algo con el poema de Barbara. Si gustas te mando el link…
Abrazos.
Por supuesto,enviame el link,claro.Si te fijas, hay una hucha blanca que es el busto de Karl Marx!;)
Gracias por tu visita!
Jaja! Carlitos Marx? Ya lo vi… No me había fijado.
Aqui está el link. Felices sueños.
https://equinoxio21.wordpress.com/2022/04/19/barbara/
Enhorabuena! Magnífico y original relato! Buena prosa amiga mía…Un abrazo!
Muchísimas gracias y un abrazo enorme de vuelta!