Las guerras,
sucediéndose,
afirmando su vocación de incertidumbre.
Pares
reducidos a un cero
que se da la espalda
y se envenena con su propio silencio.
Transeúntes
que esperan encontrar una respuesta
para tranquilizar
la ausencia de preguntas.
Los niños,
jugando con ramas de madera
mientras ensueñan universos
sin límites,
sin reglas.
Grutas tóxicas, agazapadas
en los huecos
de las almas que erran
sin despegar su pensamiento del vacío.
La tarde
desciende su gris sobre las rocas.
Se transforma en serpiente asimétrica
de materia erosionada
sobre el brazo del mar.
Al fondo,
como pupila altiva,
un faro declara abiertamente su elegida soledad.
Marca un punto cardinal inexplicable.
El tiempo
sostiene en vilo
una gran pausa…
…Mientras tanto…
La palabra, en su urdimbre.
El anhelo, en los ojos.
Tú y yo caminamos,
uno en el otro…
Atravesamos el atardecer evanescente.
DEJARON SU VOZ ESCRITA…