FOTOGRAFÍA de Pura María García
¿Cómo creerle?
Con intención,
sin un solo as en la manga
—corta,
raída,
de tela monocroma y carecida—
sitúo quién creo ser frente al espejo.
Busco la distancia oportuna para no caer en la trampa
de engañarme, de autofalsearme,
argumentando que la proximidad subjetiviza
forma y significado.
Ya no valen las excusas.
Los pretextos se han quedado rezagados de mí misma.
Ahora camino un paso que parece,
—solo lo parece—
más ligero.
Sé que he mudado la piel,
que vengo descamándome desde hace el tiempo justo
como para sentir que ella es un jirón
similar a las banderas derrocadas, decadentes.
Puedo estar equivocada,
—es más, quisiera estar equivocada—
y mirarme como se mira una ola que se acerca
aventurada en su fin, como si ese fin le fuera ajeno
y así evitar el desconcierto de ser para no ser,
devenir espuma
insignificante entre la acuática materia.
Veo en el espejo a una mujer que tiene el rostro surcado de madera,
un árbol
que abraza el llanto, lo esquiva y
crece en él cuando la lagrima es una osadía inesperada.
Observo a una mujer de pies inmensamente mortales,
una silueta invernal
que guarda, entre sus muslos,
un cálido abismo que aún no ha muerto.
Contemplo, también, la certeza absoluta
de que a mis manos y a mi boca
les cabe —mudada la piel— la resolución
que empuja a la desobediencia.
No soy la misma que ayer se escondía en el poema.
No soy —ya no— un cuerpo de sarga,
la amansadora de sombras anudadas a los días.
No soy la afirmación, ni la certeza.
—Ni siquiera la duda me contenta.—
Lo único cierto, estoy segura, late de incógnito en lo incierto.
No quiero zurear como paloma blanca.
No quiero ni siquiera pensarme,
ni dulcificar la ira que supura de la herida que ahora
rompe mi quietud y se instala como vértigo vertido en este miedo.
Para ser sincera,
—en eso no he cambiado—
no sé muy bien quién soy,
cuál es mi nombre,
qué retengo en este espíritu que cae en el herbazal continuamente
y vuelve, con impulso, a levantarse.
Sé, sin embargo, que el espejo también miente.
Me miente.
Me muestra un yo estrictamente indefinible.
Digamos que solo soy capaz de decir
que miro a la mujer que veo en el espejo
y contemplo la piel resquebrajada
de un enero
con un sol, pequeño, que se voltea en su propia incandescencia.
Un ser cuya insignificancia
constituye su única y eterna pertenencia.
Un himno ejecutado que, en su mutación, erra.
Como se dice awesome en Espanol?! 🙂
Thanks a lot for your reading time and your words!! Awesome:me gusta!