FOTOGRAFÍA de Pura María García
Dispuestas en tus manos.
Abiertas, también ellas.
Las dos libretas negras
en las que escribes tu letra
con tu letra,
donde numeras la cuadrícula imperfecta
y el margen queda
orillado,
sencillamente
espacio marginal,
brote de la idea.
Y el rojo, sobre el negro.
Y la forma, sobre el fondo
Y, quién sabe, una simple vocal
que se desnuda del vínculo impuesto por la sílaba.
Dispuestas, en tus manos,
como un cáliz floral
de tinta
de tristeza,
tus libretas se erigen descordado hilo de tu alma.
No hubo tiempo de leerlas
con el pulso.
El tiempo, lo sé, jamás se tiene,
debería tenerse.
Detenerse.
Porque lo escrito en tu letra
es quién tú eres.
Trajiste, trayéndolas,
esa parte de ti que esperaba a que todos,
de uno en uno,
entrasen en el edificio de la vida
para, con pasos rápidos y alternos,
entrar en el incógnito
del nadie,
como un nadie,
sin nombre,
sin significación,
un tú sin suelo al que descender la mirada.
Trajiste anoche tus libretas
y, con ellas, ese tú
tan
tú
que,
a menudo,
se queda rezagado
ante
las
puertas.
DEJARON SU VOZ ESCRITA…