FOTOGRAFÍA de Pura María García
“Llegado el tiempo necesario de los abrazos y del beso,
la tristeza nos recuerda que también ellos, inevitablemente,
sucumben ante ella”
Cae, sobre mí.
Me siento alondra extraviada
en su rumbo marcado, en la brecha
señalada sin señal alguna.
Me pesa.
con una densidad convincente
convertida ya en permanencia
y pensamiento.
Se reitera.
Deja en mis ojos un telo de ira cansada,
de vómito de lava de silencio.
Es una eternidad que dura, a veces, demasiado.
Es azogue
que ha manchado, desde siempre, mis manos
y el espejo vital en que me miro.
La diviso.
Es un cadáver que no acaba de perecer,
ni de ser enterrado.
Incapaz de resucitar,
va creciendo despacio
y cae a plomo sobre el jirón del día
hasta herirme el corazón,
sentido en ella como un vidrio roto.
Percibo su tacto de cristal frío
que me saja la irrazón cuando se clava
en las palmas de mis pies y me acompaña
en su temblor,
en su rumor…
resto
paciente y abandonado
a la suerte de la lágrima.
Me vive y vivo atravesada en ella.
No importa las manos que me palpan,
ni la boca encendida que me besa.
No importa la tempestad artificial que se construya
debajo del cielo ilusorio de una noche con luna.
Ella está.
Será hasta el último amanecer,
disfrazada de córvido o de estrella.
Enloquecerá conmigo cuando, de golpe,
mi silueta me huya
y se adentre en el jardín donde desaparece
la alegría
y todo,
absolutamente todo,
se vuelve absurda lluvia.
La tristeza vendrá,
como ella viene.
Me recorrerá,
como ella hace.
Me mirará, mirada adentro,
como ella observa.
Me raptará la voz,
como ella calla.
Me amedrantará con su amenaza
y vencerá el pulso de mis fuerzas.
Y me preguntaré, remando contra ella,
si lo que siento es mi tristeza o tu tristeza.
DEJARON SU VOZ ESCRITA…