FOTOGRAFÍA de Pura María García
Hay mañanas que decantan sus horas
y vierten su amplitud entre la luz creciente.
Son aquellas que germinan, inesperadamente.
También las que soporta el mendigo
apoyado sobre su manta de nada y la vacía botella.
Las que fuerzan al suicida a despertar
y, en su alucinación, hallarse frente al perro furioso de la vida.
Hay mañanas que no tienen aliento,
que no hablan,
que se remuerden a ellas mismas
con el temor prendido a la noche que llega.
Y mañanas de amor entre cristales con vaho
que parapetan la lujuria y su exacta presencia.
Hay mañanas que deberían mantenernos en vilo de por vida.
Mañanas tintadas de barro,
de silencio,
de arterias golpeadas, dulcemente, por la sangre.
Hay mañanas en que puedo ser yo,
el yo que escondo.
Abrirme el corazón con la navaja del intento.
Apasionarme al nombrarte,
señalar tu cuerpo con mi alma.
Mañanas ocupadas por la esperanza alzada.
Hay mañanas que puedo amanecer, por mí misma.
Ampararme en las horas que crecen.
DEJARON SU VOZ ESCRITA…