FOTOGRAFÍA de ENMETÀ PICT
Estas manos mías
exhalan un sudor impredecible.
Ácido por instantes.
Capaz de corroer lo hallado por su tacto.
Es un sudor que humedece la piel
hasta inundarla,
adormecerla.
Ella queda insensible frente al roce,
convertidas, las manos,
en gaviotas inválidas y ciegas.
En su revolotear torpe
la piel deviene mármol,
color de ciprés que nos recibe,
ya muertos,
en tardes de letanías sin abrazos.
Estas manos exhalan pesar
en sus rugosos intersticios digitales.
Buscan, con el desespero de un gorrión
confundido de árbol,
el recoveco carnal,
un trozo de masa aérea donde dejar su huella
y un hilo de silencio.
Estancia del tacto,
del proceso que nos lleva a imaginar,
dar vida,
hacer brotar lo que tocamos.
Manos de animal
que palpan impulsivas desde la hondura del instinto.
Manos perdidas,
hechas barro de barro.
Medidoras de tiempo.
Metrónoma traducción cuando son gesto.
Manos que nos envuelven
como una telaraña
por donde también la obscuridad
infiltra su utilidad
sobre la luz radiantemente falsa.
Esas manos pequeñas,
ardientes,
ardiendo,
crepuscular abismo por el que el mundo
dulcemente descendía…
dime, amor ¿dónde reposan ahora?
¿Dónde se esconden esas manos verbales,
consteladas,
de mi infancia?
DEJARON SU VOZ ESCRITA…