FOTOGRAFÍA de Pura María García
Eran los niños quienes colgaban,
absurdamente,
de los árboles.
Ramas con ojos abiertos
y dedos descendiendo
hasta el suelo terroso de los días.
Una zancadilla abrió,
de golpe,
una oquedad de sombra
que dislocó la articulación de aire
del cielo, extrañamente azul,
partido en dos,
partido en miedo.
Los amigos se alejan de la pequeña esquina
con manchas de orín
en la que juego.
Ácido el aire.
Ni un vaivén. Ni un roce
agitando el adiós en sus manos.
La infancia en su regreso.
Albatros perdido en una costa recordada e imprecisa.
Sabor a metástasis incurable
que afecta, impredecible, nuestra boca.
DEJARON SU VOZ ESCRITA…