FOTOGRAFÍA de Pura María García
Escapo, definitivamente,
del camino que bordea la desesperanza,
a pesar de que, cada día,
asoma en mí una tristeza profunda e intocable.
Ambas punzadas, las dos superficies,
lo líquido y lo denso,
bañan mis meninges
y mis ojos.
Hay momentos de paz,
el alma late quieta
y el silencio repta las cuerdas vocales
y la lengua.
Hacen su incursión, también, momentos
de beligerancia brutal
contra mi sombra,
situada yo frente a mí misma.
Arma blanca en mano
(La palabra).
Soga suicida en mano
(El pensamiento).
No hay, entonces, un campo de batalla
sino un vacío irreparable
que expulsa al otro y a los otros
de esa lucha vital, sentida propia,
que busca, a través de una muerte transitoria,
revivirme.
Hay momentos que se levantan,
a pesar de quién me siento,
por encima de la línea del mar que me hace isla.
Instantes de tregua,
de colores que acompañan
a la sonrisa o al asombro.
Entonces, el desierto queda oculto
bajo una duna gigantesca de impulso
y necesidad de volver a ser quien era.
Y la luz, antes fugada,
me acomete.
Me atalaya en sus limpios peldaños de dulzura
Independientemente de tu pluma fácil y tan interesante, esta foto es realmente muy buena, Un petó
Thaaaanks!!!!
Muy bien.
Gracias por tu tiempo de lectura.Un saludo
Me encanta tu prosa. Es como el canto. Hay picos y valles, paz y furor.