FOTOGRAFÍA de Pura María García
Tus manos me han enseñado
a desbrozar la maleza,
el color de la corola
de esa flor inaudita que es el tiempo.
Hablan ahora, las manos,
transformadas
en cóncavos pétalos
que acogen la voz blanca del silencio.
Las dejas sobre mí.
Te suspendes en ellas.
A veces, se parecen a un paréntesis
de carne que titila,
dubita el impulso previo
a iniciar su táctil y sutil itinerario.
Pero, al despedazarse las tardes
y los días;
al descubrirse al instante que se abre camino;
al asomar, entre la cortina
de los hilos absurdos de la vida,
el atisbo de luz
que imanta tus manos a mi cuerpo,
queda confinada mi silueta.
Se abre paso.
Desecho la piel muerta.
Me pliego como un papel en blanco
que anhela tu escritura
y el humo invisible de tu boca.
Yo soy, entonces, una veta profunda de la tierra.
Me contemplo, tiritando entre tus manos,
mientras las aves se aproximan a la niebla.
DEJARON SU VOZ ESCRITA…