PALABRAS

FOTOGRAFÍA de Pura María García

Has iniciado tú último viaje, dejando la última pincelada en uno de tus cuadros. Nos dejas, llenos de futuro, palabras y belleza. Nos recuerdas, y no lo olvidaremos, que la idea, el pensamiento y la reflexión, el viaje hacia la nada, la duda, son la brújula que nos acompaña. Y sí, también, como tú cantas, reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo. Reivindico la belleza, tu eterna compañera, y la palabra. Reivindico tu recuerdo.

En memoria de L.E AUTE

Siempre creí que éramos nosotros

quienes íbamos dejando las palabras.

Sembrando intangibles espacios

con su llenura, su abasto, el corazón

de un algo poderoso que late al ser escrito

y arde, a pesar nuestro, al ser vocalizado.

Las palabras hormigueando el aire

y llegando al alba

para teñirla

de un color indescifrablemente claro.

En mis dedos de poeta,

apéndices que buscan rozar,

al menos por un intenso instante la belleza,

y dejarla en alquiler de otras miradas,

las palabras anillean los movimientos

de estas manos, tan vacías como llenas.

Pero yo, este yo ínfimo y huidizo…

yo creía que era mi voluntad quien las esparcía,

a ellas, las palabras,

las cadenadas silabas

en búsqueda de su significado irreal y paralelo.

Cuerpo poético.

Torso de letras en su desnudez captado.

Iluminada razón para ser dichas

y nacer y regresarnos a los labios.

Ahora sé que no abandonamos las palabras.

No nosotros.

No las sembramos en la tierra de papel o de aire

que parece aguardarles

al caer la tarde desplomada en los nocturnos brazos.

Son ellas, las palabras, quienes se rebelan desde el alma

y nos exceden,

nos superan,

nos supuran,

nos retan en su propio nombre,

navajean el silencio hasta quebrarlo

y se marchan,

nos dejan,

vuelan,

a contracorriente de nuestra voluntad,

a la merced del más extraño impulso,

incontrolable por los labios o los ojos.

Las palabras nos abandonan y se alejan.

Nacen del extraño vientre del silencio

y vuelan,

y libran su propia batalla.

Se revelan.

Nada hacen, pues, los dedos escritores del poeta.

Las palabras, ellas mismas,

ejecutan por nosotros

su circular ley de belleza.