FOTOGRAFÍA de Pura María García
Horas previas.
La mirada todavía encerrada
en los párpados de la noche vacía.
El reloj expira.
Inspira
su lenta respiración.
Dígitos iluminados.
Señales invisibles de su paso.
Un giro.
El cuerpo, volteado a cada tanto.
La cama.
La mitad de la cama.
El almohadón sin más rastro
que la precisa huella del insomnio.
El amanecer aguarda
con su paciencia clareante.
Este es el purgatorio donde los días
esquivan la eternidad del anochecer
y su castigo.
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