FOTOGRAFÍA de Pura María García
Aprender a doblar la lengua
como se dobla una esquina y, de repente,
la calle se vacía y se hace nada.
Una llega a acostumbrarse
al sabor a piedra de las palabras
dejadas caer sobre las frases muertas.
A estar sola.
A pasear como los perros, con el rumbo
perdido, acertado únicamente
por la brújula que marca el orín de los otros.
Aprende a contar con los dedos,
en silencio,
los minutos finales,
la partida perdida,
el contaje del árbitro inmutable
antes de gritar en voz alta el knock out de la vida.
Una aprende a desquitarse la traición
exactamente como se desviste el cuerpo
de un traje hecho a medida,
cuidadosamente,
dolorosamente,
sin llegar siquiera a necesitar mirarse en el espejo.
Una se desabotona la soledad,
se cose los ojos al terminar el día,
se limpia la boca de pausas y gusanos,
ama,
desama,
ama.
Olvida recordar para olvidar su nombre.
Una, la que escribe, aprende a vaciarse las manos
e imaginar la plenitud en la última gota de saliva.
Extraordinari. Sé que de tot t’en surts i de tot has après. Però també sé que mai estaràs sola.
Petonassos
Ya me conoces…tengo la preciosa costumbre de VIVIR!!T ‘estime,granpetit!