ACUARELA de Jesús Morant
Si me fuera otorgada, por el improbable retroceso
de los pasos implacables del tiempo,
la posibilidad de elegir
un último lugar
en el que escribir la página final
de mi autobiografía,
sin dudarlo afirmaría, como paisaje,
la silueta y la materia de tu cuerpo.
Porque en él cada célula es memoria viva,
aletargado ayer que hiberna impregnándote los ojos
que, de cerca o desde el alma, ahora yo miro.
Porque en él, tu torso me acoge.
Dispone un lienzo inmaculado
imperfectamente dulce,
de sombras descartado
para que mi humanidad, salvaje y a la vez decrecida,
se tienda y extienda, sin secretos.
Porque tus manos
pulsantes
podrían derribar, con la mínima caricia,
los muros de tristeza
que limitan al sur del este de mi norte.
Porque eres como yo y, a la vez,
tan distinto
que es completar mi diferencia
el hallar en tus labios mis preguntas.
Es ahondarme
en la voz
cuando te escucho.
Es amarme.
Amar al amor de mi misma que, desde niña, me desiste
cuando, en silencio,
cae de tu boca
el monosílabo
sonoro
que llena y ocupa
la gruta temerosa
de mi garganta muda.
DEJARON SU VOZ ESCRITA…