MUDANZA

FOTOGRAFÍA de Pura María García

Se desrracima.

Una casa preparada para la mudanza final.

Una habitación.

Vacía.

Un pasillo.

Vacío.

Las sillas inamovibles en su isla de suelo

y vegetación inexistente.

Han regresado las alargadas figuras

que dibujan las llamas de las velas.

Falsas sombras chinas

sobre paredes del color de los dientes de un niño.

Los perros, afuera.

Los vivos, adentro.

Aquellos que se llevarán nuestros enseres

al contenedor del recuerdo

ahora llegan,

asfixiados por un anillo de calor

que empuja sus gargantas al silencio,

a un silencio hecho con huecos y blasfemias.

La casa encoge.

Se retuerce.

Alguno de nosotros pasará los pestillos,

cerrará los ojos invidentes de cristal

desnudos de cortinas,

aplastará la colilla, la última señal

de que una vez, no queremos recordarlo,

esta casa fue una extensión del fuego que sentimos.

La casa se apaga.

Lento desvanecer en su enfermedad crónica.

La casa se retuerce.

Se empequeñece.

Irá diluyéndose como la gota

que se extravía en el fondo obscuro de los charcos.

Ahora llegan aquellos que darán su vacío por terminado.

Es septiembre.